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A continuación copio el texto de la publicación en CatalunyaPlural tal y como se ha publicado:
Una cura para este tipo de ‘teletrabajo’
El teletrabajo ha llegado para quedarse, pero debemos conocer los pros y contras. El punto de partida es un teletrabajo que no represente pérdida de derechos, retrocesos en la calidad de vida, o en la conciliación de la vida personal y laboral
El 1 de octubre de 2019 se conmemoró el centenario de la implantación de la jornada de 8 horas, una iniciativa pionera a nivel mundial conseguida tras largas reivindicaciones por la mejora de las condiciones laborales. Más de un siglo después, estamos igual o peor que los que entonces vivían al lado de las fábricas, porque ahora continuamos trabajando 8 horas al día, pero puede que vivamos a casi una hora del puesto de trabajo. Y hay que ir y volver.
¿Por qué vivimos tan lejos de donde trabajamos? La especulación y la política urbanística nos expulsa de nuestras ciudades. Nuestra generación sabe que nuestros hijos no podrán vivir donde nacieron si se trata de una gran ciudad. ¿Por qué no cambiamos de trabajo? En época de crisis la tasa de paro es muy alta, lo que dificulta plantearse la opción de cambiar, y cuando no es época de crisis, la tasa de paro continúa siendo alta, así que tampoco es tan fácil buscar un trabajo cerca de casa.
El confinamiento ha hecho que descubriéramos el «teletrabajo», no todos, pero sí una gran parte de la población activa y de las empresas y organizaciones. Por mi especialidad académica, en las últimas semanas de confinamiento he podido participar en diferentes reuniones virtuales, tanto universitarias como empresariales e institucionales, loando las ventajas y beneficios de ese gran «descubrimiento» que era el teletrabajo.
Todas esas reuniones, a pesar de sus diferencias, tenían algunas características comunas: a la hora en punto de inicio no estaban todos los participantes, puesto que algunos tenían problemas de red en ese instante. A algunos los veíamos muy oscuros y a otros borrosos, ninguno miraba a la cámara directamente, cada uno a una dirección diferente, si es que tenían cámara, claro. A pocos los podíamos oír bien, casi siempre cambiando el volumen del auricular según quién hablase; al resto se les oía entrecortados, si es que teníamos suerte, a veces ni eso. Las reuniones no eran muy privadas porque se veían sombras de peques por la sala cuando no directamente entraban en la pantalla. Además, se oían sonidos extraños, cosa que no molestaba a algunos de los participantes en la reunión porque iban entrando y saliendo continuamente, alegando problemas de red. Recuerdo cuando un experto hablaba de la «gran ventana de oportunidad» que se ofrecía al país con la llegada masiva del teletrabajo… justo mientras se oía un taladro en funcionamiento. Igual me equivoco por el ruido de fondo, pero estoy casi seguro que dijo «ventana de oportunidad» para el teletrabajo.
No les pregunté a ninguno, pero creo que la gran mayoría participaban en las reuniones con ordenadores privados, pagando cada uno de su bolsillo los equipos, la conexión a internet, los micrófonos, cámaras y auriculares y la electricidad, así como el lugar de trabajo: mesa, silla, material, etc… y el alquiler, la hipoteca o lo que sea. Ninguna se había planteado nada sobre la invasión de su intimidad. También tengo serias dudas de qué tipo de seguro cubriría un accidente “laboral” en sus casas, ni qué estudio de prevención de riesgos laborales se habría realizado en cada vivienda. Apostaría que ninguno.
Si la operativa es posible, el teletrabajo tiene dos grandes ventajas: disminuye la movilidad y aumenta la flexibilidad para organizar el tiempo de trabajo. Eliminar el desplazamiento al lugar de trabajo puede suponer un ahorro de un tiempo muy importante, evitando riesgos, costes y esperas, además de cambiar la forma de realizar los descansos y las diferentes comidas del día. Si no hay desplazamiento (al menos a diario), la distancia al lugar de trabajo ya no pasa a ser un factor negativo. Y el consumo que hagas en la zona alrededor de tu lugar de trabajo a ti te da igual, la gran mayoría de ese consumo lo continuarás haciendo, pero al lado de tu casa (al comercio o restauración cercano al trabajo no creo que les dé igual, pero ese es otro tema).
Respecto del tiempo de trabajo, hay un aspecto clave: si es necesario la sincronía o no, y, en caso afirmativo, si es total o parcial. Si es que no, tienes toda la flexibilidad del mundo para adaptar los horarios de trabajo, y conciliar a tu criterio (me refiero a conciliar de verdad, no lo que nos han vendido durante el confinamiento). Si es que sí, deberá de quedar muy claro qué horario deberá ser síncrono. Pero, sobre todo, deberá de quedar claro cuándo estás trabajando y cuándo no, de tal manera que se deberá respetar el descanso entre jornadas, es importante respetar el derecho a desconectar. La posibilidad de conciliar la vida personal y laboral no tiene que ser tan fácil, puede resultar igual de complicada que sin teletrabajo.
En cualquier caso, el trabajo deberá respetar el Estatuto del Trabajador, que garantiza el descanso diario y semanal, y, además, el Real Decreto-ley 8/2019, de 8 de marzo, de medidas urgentes de protección social y de lucha contra la precariedad laboral en la jornada de trabajo, que incluye la obligatoriedad del registro de jornada. Todo ello a la espera de que se apruebe una ley de desconexión a semblanza de la francesa, sin ir muy lejos. Las garantías y responsabilidades del diseño del lugar de trabajo no haría falta inventarlas, ya están descritas en el Real Decreto 488/1997, de 14 de abril, sobre disposiciones mínimas de seguridad y salud relativas al trabajo con equipos que incluyen pantallas de visualización, si es que trabajas con equipos informáticos (que es la mayoría de los casos de teletrabajo en la nueva normalidad).
Suponiendo que todas las condiciones se cumplen para poder hacer teletrabajo, en ese caso me pregunto… ¿cómo es tu vivienda? ¿De cuántas habitaciones dispones? ¿Tienes que montar y desmontar cada día el lugar de trabajo para, por ejemplo, cenar? ¿Puedes teletrabajar de noche y dormir durante el día sin ruidos? ¿Y cuántas personas pueden teletrabajar en tu casa? ¿Dos personas? ¿Tres? ¿Cuatro?
Dependiendo de la edad y estudios de nuestra descendencia, ahora que se han puesto de moda las «pseudoclases presenciales» a distancia de forma síncrona (si es que tienen suerte). ¿Dónde teleestudian en el hogar? ¿En su habitación o en el comedor? ¿Pueden tele trabajar y/o tele estudiar todos a la vez en el hogar sin molestarse entre ellos?
Hay que reconocer que el teletrabajo tiene otra ventaja añadida, la posibilidad de trabajar en el tercer lugar: ni en el trabajo ni en casa. Puede ser una sala equipada, una biblioteca, un hotel, un restaurante… aunque no está claro que el lugar de trabajo contara con el diseño ergonómico adecuado… bueno, en realidad como en casa, que tampoco lo cumple.
El teletrabajo puede tener riesgos psicosociales que pueden provocar una disminución de la productividad y el rendimiento. Y puede facilitar o complicar la corresponsabilidad en el hogar y acentuar diferencias desde una perspectiva de género. Por otro lado, los efectos del trabajo con la doble o, incluso, triple pantalla pueden ser devastadores, convirtiéndose en verdaderos ladrones de tiempo con continuas interrupciones: ordenador, tableta, portátil, móvil, etc.
También hay el peligro de que se produzca un retroceso en la dinamización de las reuniones: hemos pasado de tender a convocar las reuniones en las horas centrales del día, realizándolas en salas sin mesas y, en algún caso, sin sillas para hacerlas más dinámicas, a reuniones interminables sentados cada uno en su casa y a horas intempestivas de cualquier día de la semana.
Si realmente queremos potenciar el teletrabajo, se deberá realizar un cambio de paradigma urbanístico, con infraestructuras de comunicación y de servicios adecuada. Las grandes urbes deberán de reinventarse y decidir qué quieren ser (ay de las ciudades convertidas en parques de atracciones cuando llega una pandemia). Y, sobre todo, se deberán respetar las condiciones de trabajo para que todas las partes salgan ganando (empresa y personal), asegurando por parte de la empresa u organización la idoneidad del lugar, los recursos necesarios y la asunción de gastos. En una situación de pandemia, es evidente que la nueva normalidad va a requerir nuevas formas de organización flexible del tiempo de trabajo, y que la movilidad e interacción presencial se deberá reducir. El teletrabajo ha llegado para quedarse, pero espero que no sea este «teletrabajo» que nos han vendido… ¿Estáis de acuerdo? #CuraTeletrabajo
Jordi Ojeda és Profesor del Departamento de Empresa de la Universitat de Barcelona